Nuevamente, el presupuesto de este año para promoción de la economía de Bizkaia va casi exclusivamente dirigido al autobombo, a la megalomanía y a la borrachera de anglicismos y demás jerga de consultora.

Podríamos pensar que el ejecutivo foral de Bizkaia se inspiró en El lobo de Wall Street al imaginar el tipo de promoción económica que requería nuestro territorio si no fuera porque el programa de legislatura, el Bizkaia Egiten, se encargó a la consultora Bmasi. Tres años después de que se separaran los Departamentos de Infraestructuras por un lado y el de Promoción Económica por otro, podemos hacer ya una evaluación lo suficientemente consciente.
Tras estos tres años de legislatura comprobamos que nuestra discrepancia con el modelo de «promoción económica» que impulsa el ejecutivo foral es absoluta, tanto en el contenido como en las formas. Nos fijaremos en el presupuesto del Departamento al que se le encomendó esta tarea.
Nuevamente, y como era de esperar, el presupuesto de este año para promoción de la economía de Bizkaia va casi exclusivamente dirigido al autobombo de Bizkaia, a la megalomanía y a la borrachera de anglicismos y demás jerga de consultora de una Diputación Foral neofita en el ordoliberalismo, que intenta convertirse algún día en la city de Londres del eje atlántico. Nada más lejos. Ni una clase de fitness incluye tanta automotivación baldía.
Toda esta parafernalia necesita también de un buen escenario: la Bizkaia turistificada.
El presupuesto que la Diputación Foral de Bizkaia dedica a la promoción del tejido económico es un dinero tirado a la nada. Tirado a los cantos de sirena del emprendizaje avanzado, de la atracción de grandes tiburones financieros, de la aceleración de startups que acaban exprimidas como una naranja antes de caer del árbol y al neoconcepto del talento (que no es otra cosa que el producto de la educación de los hijos e hijas de familias pudientes). El coste de oportunidad, por el contrario, es su mayor enseña: todo lo que se podría hacer con sus más de 90 millones y no se hace. Por poner un ejemplo: el proyecto estrella de este delirio, la torre del emprendimiento, BAT; nos costará 26 millones de euros en total y en ella se creará un entorno donde las startups en fase inicial buscarán financiación principalmente privada, además de desarrollar su estrategia, plan de negocio, etc. ¿Se imaginan cuantas iniciativas novedosas y deseables se podrían impulsar con 26 millones de financiación pública en el entorno de promoción ya existente en nuestro territorio? Se ha renunciado a ser el estado emprendedor que dibujó Mazzucato en su conocido ensayo.
Toda esta parafernalia necesita también de un buen escenario: la Bizkaia turistificada. Fotografías de nuestra querida “capital del mundo” y cuatro rincones naturales de las comarcas empachadas a filtros de Instagram. Pero solo queremos turistas sostenibles, esto es, turistas ricos. No hay política económica más desfasada y corta de miras en el año 2022 que la atracción turística. A falta de ideas para reimpulsar la decadente economía de un territorio eminentemente industrial convirtámonos en el hermano cool de la costa mediterránea.
Por suerte siempre hay lugar para la limosna a los necesitados. Unas exiguas migajas del abultado presupuesto foral (y algún guiri distraído) caen del rebosante vaso para atender el desarrollo equilibrado de las comarcas (aquellas donde no se ubica Bilbao; receptora de toda la promoción, los proyectos estratégicos y los macroeventos), la artesanía y nuestro vapuleado comercio local.
Ahora silencio, que pasa el Tour.